Jorge E. Ávila Antelo
http://www.eldeber.com.bo/2008/2008-04-04/vernotacolumnistas.php?id=080403204802
Después de los primeros reveses en su gestión, el Movimiento Al Socialismo (MAS) constató que la implementación de su ‘revolución democrática y cultural’ iba a tener graves dificultades. De ahí que optó por ‘copar el poder’ a cualquier precio para que, una vez consolidado, nada ni nadie se convirtiera en una amenaza real.
Así se explica buena parte de la conducta masista, incluyendo las presiones para el alineamiento de las Fuerzas Armadas con su Gobierno y la destrucción progresiva de instituciones democráticas, como el Tribunal Constitucional y la Corte Nacional Electoral. Es decir, una completa falta de ética política que tiene estupefactos a la gran mayoría de los bolivianos.
El fracaso en marcha del masismo es consecuencia de la inviabilidad de su proyecto, basado en ciertas interpretaciones forzadas de la realidad nacional. Por ejemplo, que la población boliviana es mayoritariamente indígena, cuando en realidad somos mestizos.
El MAS subestimó la institucionalidad del oriente, más fuerte que nunca a partir de la reacción regional contra la gestión de Carlos Mesa. Menospreció el sentimiento y la adhesión popular por las autonomías departamentales y no valoró prudentemente a las clases medias, deseosas de seguir viviendo en democracia y libertad.
El eficiente adoctrinamiento a sus cuadros dirigenciales de todo nivel, destinado a reivindicar lo étnico, ‘los 500 años de opresión’, la nacionalización de los recursos naturales, el Estado plurinacional, la redistribución de la tierra, la industrialización del gas y la coca, así como la identificación de los ‘oligarcas’ de Santa Cruz como enemigos del pueblo, es parte de una estrategia política de su proyecto para motivar a sus bases.
Esta estrategia degeneró en una actitud de odio y sed de venganza contra Santa Cruz y todo lo que no es indígena, que desgasta aún más al masismo y es uno de los factores emocionales más complejos de la actual coyuntura, pues genera división nacional.
En los hechos, el MAS se aplazó en casi todos los ámbitos de su Gobierno por incapacidad de gestión: en la economía, los hidrocarburos, las finanzas, las relaciones internacionales, la producción, la tierra, la educación y las obras públicas, imponiendo la corrupción en casi todos los niveles, la falta de transparencia, el abuso de poder, el doble discurso y la doble moral.
Los representantes del oficialismo recurren permanentemente al cliché de ‘la derecha hizo lo mismo’ y con ese argumento, que nos parece el más inmoral de todos, no hacen otra cosa que dar la razón a los bribones del pasado.
La obsesión masista por copar el poder nos puede arrastrar al desastre nacional, toda vez que no van a admitir sus errores ni retrocederán en su nefasto proyecto, debido esencialmente a la presencia de radicales en su partido, a la tozudez política, a la imposibilidad de cumplir sus compromisos internos (bases indígeno-campesinas, ONG) y externos (Hugo Chávez), y porque con falsos discursos no se hace gestión. Para gobernar se necesita honestidad y capacidad, dos elementos lamentablemente ausentes en el Gobierno del MAS.
* Abogado, CI 1718718 BN
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